EL ROL DE LA UNIVERSIDAD IKIAM EN LA EDUCACIÓN Y POLÍTICA AMBIENTAL DE LA AMAZONÍA ECUATORIANA

 

THE ROLE OF IKIAM UNIVERSITY IN THE EDUCATION AND ENVIRONMENTAL POLICIES OF THE ECUADORIAN AMAZON

Caroline Bacquet 1), Jorge Batres (2), Jacqueline Noboa(1)

(1)Universidad Regional Amazónica Ikiam. Tena, Ecuador. linbacquet@gmail.com

(2)Departamento Ecuménico de Investigación, DEI. Costa Rica. batresquevedo@gmail.com

 

RESUMEN: Es probable que participar en la fundación de una universidad sea una experiencia que todo académico quisiera vivir, sin embargo, es difícil estar preparados para lo que implica. Las condiciones concretas del contexto imponen un ritmo, un modo de hacer las cosas, ciertas expectativas, y, en el caso de proyectos innovadores, es necesario también enfrentarse a la costumbre. En el año 2014 se inició la creación de cuatro nuevas universidades públicas en Ecuador; en este ensayo se comparte la experiencia de haber participado en la fundación de una de ellas: la Universidad Regional Amazónica Ikiam. Un proyecto ambicioso, que nace en un momento de demandas ambientales impostergables, y que se construye en una región emblemática para el país; ¿cómo desarrollar una experiencia educativa renovada, que responda a las demandas ambientales vigentes?, ¿qué puede hacer la universidad para inspirar nuevos enfoques de política ambiental? La respuesta a estas preguntas encierra la posibilidad de conocer, desde dentro, la problemática general que atraviesa la fundación de una universidad, en un contexto socioeconómico en cambio continúo.

 

PALABRAS CLAVE: amazonía; ciencia descolonizada; educación ambiental; innovación educativa.

 

ABSTRACT: It is likely that taking part in the foundation of a university is an experience that all academics would like to experience; however, it is difficult to be prepared for what it involves. The actual conditions of the place impose a rhythm, a way of doing things, certain expectations, and, in the case of innovative projects, it is also necessary to face custom. In 2014 began the creation of four new state universities in Ecuador; in this essay we share the experience of having participated in the founding of one of them: Universidad Regional Amazónica Ikiam. An ambitious project, born at a time of urgent environmental demands and built in an emblematic region of the country. How to develop an innovative educational experience, that responds to current environmental demands? What can the University do to inspire new approaches to environmental policy? The answer to these questions allows to understand, from the inside, the general problematics raised by the foundation of a university, in a changing socio-economic context.

 

KEY WORDS: amazon; decolonized science; educational innovation; environmental education.

 

Recibido: 3 de mayo de 2018

Aceptado: 15 de agosto de 2018

Publicado como artículo científico en Revista de Investigación Talentos V(2) 36 -42

DOI: https://doi.org/10.33789/talentos.5.82

 

I.                   INTRODUCCIÓN

“Llueve tanto, tanto. Sólo de oír llover mi alma se humedece.”

                                                                                    Fernando Pessoa

El libro del desasosiego (2000)

 

La Universidad Regional Amazónica Ikiam, selva en idioma shuar, parte de una ambiciosa iniciativa de universidades públicas impulsada por el gobierno de Ecuador. Abrió sus puertas en la ciudad de Tena, el 20 de octubre de 2014 (Ganuza y Rodríguez, 2017, pág. 99). Contaba a su haber en ese entonces con 150 estudiantes y 17 docentes. Ellos, y los que vinieron después, han debido aprender a adaptarse y vivir en esta nueva geografía: la región amazónica.

Vivir en la Amazonía implica rendirse. Rendirse ante el verdor, el agua, la inmensidad. Rendirse ante la diferencia, el aislamiento, lo lejano, lo extraño. Rendirse ante el ritmo lento de un lugar al que nada llega fácilmente. Empezar de nuevo, y luego otra vez, y otra. Observar lo perecedero de las cosas, la humedad y el moho consumiendo pertenencias y certezas por igual. El equipaje traído pareciendo tan fútil. Las intenciones traídas pareciendo tan ingenuas. Es la geografía que invade al invasor, que lo inunda y lo disgrega y lo vuelve irreconocible hasta para sí mismo.

En esta geografía, abandonada en la periferia socioeconómica del Ecuador, históricamente olvidada, continuamente saqueada y sistemáticamente postergada (Acosta, 2009, pág. 82), se propone una universidad local que responda a los problemas y necesidades de la Amazonía, con la misión de ser un espacio académico, “de referencia a nivel mundial de diálogo, reflexión y propuesta, dentro de un ecosistema que promueva permanentemente nuevos paradigmas desde la diversidad social natural de la Amazonía” (Ikiam, 2018).

La fundación de una universidad puede entrañar muchas cosas. Puede ser un intento de propagar ideas y visiones del mundo. Podría obedecer a la necesidad de explotar, usar, extraer y aprovechar; incluso podría ser un intento solapado de negocio, como lo discute Noam Chomsky: “las universidades se convierten en empresas, como ha venido ocurriendo harto sistemáticamente durante la última generación como parte de un asalto neoliberal general a la población, su modelo de negocio entraña que lo que importa es la línea de base. Los propietarios efectivos son los fiduciarios (…) y lo que quieren mantener son los costos bajos y asegurarse de que el personal laboral es dócil y obediente” (Chomsky, 2013). Pero también podría ser, en algunos casos, una verdadera oportunidad de empezar algo distinto.

En el caso de la universidad como institución, se necesita urgentemente que sea distinta, y no sólo en la Amazonía. La universidad tradicional ha sido, desde sus inicios y por sobre todas las cosas, una forma de ejercer el poder. Ha servido como instrumento de adoctrinamiento y como trampolín hacia nuevas oportunidades laborales y económicas (Souza-Santos, 2005, pág. 23). Pero esto no ha ocurrido sin costos: la aceptación por parte de la nueva esfera social e intelectual ha requerido de los aspirantes el adoptar nuevas formas de actuar, de vestir, de expresarse.

También ha significado la hegemonía del pensamiento eurocentrista sobre las cosmovisiones locales (Souaza-Santos, 2010, pág. 24; Quijano, 2014, pág. 778),  y la imposición del método científico como la única forma válida de obtener conocimiento (Roldán, 2008, pág. 75). Las medicinas de las abuelas se convierten, entonces, en supercherías; las antiguas explicaciones del mundo se convierten en cuentos para niños. La estrechez de esta aproximación epistemológica tiene consecuencias ampliamente evidenciadas por la actual crisis económica, política y ambiental que se hace sentir a nivel planetario (Souaza-Santos, 2010, pág. 89)

La crisis de la sociedad moderna es también la crisis de la ciencia, de la academia y de la universidad como institución educativa y centro de conocimiento (Souza-Santos, 2005, pág. 7). Los recursos escasean, la información se democratiza y las formas deterministas de explicar el mundo ya no son convincentes. La ciudadanía se organiza y se mete a los sótanos, inventa máquinas, a través de una ciencia ciudadana se descubre soluciones a problemas antiguos que la ciencia formal no había podido resolver (Invernizzi, 2004; Finquelievich y Fischnaller, 2014).

La sociedad se rebela ante una educación exclusiva y elitista. La elite académica corre entonces el riesgo de que la comunidad se percate hasta qué punto el aporte que realizan es superfluo y reemplazable. Se vuelve necesario que la universidad desarrolle nuevas formas de relacionarse con la sociedad que habita: “el   poder de la universidad se cifra en la capacidad de pensar, en su capacidad de ser conciencia crítica y creadora. Si una universidad no piensa, si no ejerce el poder creador de la ciencia, queda desarmada e inerte”  (Martín-Baró, 1998, pág. 156) y no sólo hay que reinventar la universidad: se necesita también encontrar nuevas formas de saber, de actuar y de vivir, porque los cimientos que colapsan son la base de una forma de concebir el mundo (Bauman, 2007, pág. 26).

 

II.                DESARROLLO

 

A. La esperanza de esperar haciendo: querer y hacer una universidad nueva

En tiempos de crisis ambiental planetaria, el oxígeno y el agua limpia generados por los bosques amazónicos llegan a todos los rincones del planeta. Traen consigo la esperanza, así como también la advertencia sobre las consecuencias que traería la destrucción de estos ecosistemas para la vida de todos los seres humanos: “No se puede enfrentar las amenazas globales sin desarrollar una cultura que permita y empuje hacia la responsabilidad en relación con estas amenazas globales. Sin embargo, no se puede empujar hacia la responsabilidad sino en el ámbito de la gran esperanza (...) la función clave de la universidad es desarrollar una cultura de la responsabilidad, basada en la esperanza” (Hinkelammert, 2006, pág. 370). En tiempos de crisis del modelo de sociedad y conocimiento eurocéntrico, ¿podrían otras cosmovisiones abrir nuevos caminos? ¿qué universidad, qué formas de saber necesita la Amazonía? La geografía determina, en parte, las respuestas: en la selva no valen las reglas de la ciudad. Por lo mismo, intentar trasplantar artificialmente una universidad tradicional en el bosque amazónico tampoco funcionaría. Las estructuras urbanas se rinden constantemente ante la humedad: los aparatos se herrumbran, los libros se enmohecen, las certezas se vuelven menos ciertas.

Ikiam se define como una universidad innovadora, y en este caso “innovación” debe necesariamente comenzar por la ruptura con la universidad tradicional y sus formas de hacer y enseñar. Innovar como un acto revolucionario y rebelde, como la ruptura con el antiguo modelo, como lo que se hace cuando lo que se tiene ya no funciona más. Como argumenta José de Souza Silva, el camino de la innovación pasa primero por la innovación institucional, para luego extender a innovación educativa, la innovación tecnológica, etc. (2005, pág. 8).

Donde la universidad tradicional era elitista y exclusiva, la universidad innovadora debe ser inclusiva y solidaria. Donde la universidad tradicional era expulsiva, la universidad innovadora debe establecer medidas concretas y duraderas de integración. La Amazonía necesita no sólo una universidad que esté construida en su territorio, sino una universidad que incorpore estudiantes amazónicos en sus aulas. Dado el abandono histórico de la región, sobre todo en términos de calidad educativa a nivel primario y secundario, se hace imprescindible diseñar estrategias de acción afirmativa que favorezcan el ingreso de estudiantes de la Amazonía en la universidad. Cabe destacar que, en la región amazónica, donde conviven por lo menos nueve nacionalidades distintas (UNICEF, 2004), una gran parte de la población no habla castellano como lengua materna. La verdadera inclusión debe pasar, entonces, por desarrollar estrategias pedagógicas que eviten que el lenguaje constituya una barrera para la integración.

Siendo Ecuador una nación multicultural, donde cohabitan diversas nacionalidades, cada una con su propia lengua y su propia cosmovisión, se debe velar por que cada una de ellas se vea representada en el tejido social del país. En este contexto, realizar procesos de selección para ingresar a la Universidad centrados en un idioma, en los que se mide un tipo de razonamiento, puede convertirse también en una manera sesgada y discriminatoria de trabajar con la multiculturalidad.

No sólo es necesaria la incorporación significativa de estudiantes locales a las aulas universitarias, sino que también se requiere reinventar la manera de educar. La educación universitaria actual es un instrumento colonial que responde a las necesidades de una sociedad jerárquica, segregada y discriminatoria. La sociedad del Buen Vivir, según lo plantea la Constitución del Ecuador, promueve la adopción de valores morales distintos a los de la sociedad centrada en el desarrollo: “participación, bienestar común, responsabilidad, justicia social, distribución y redistribución de los productos y bienes sociales, para vivir bien” (2008, Artículo 8).   

Se trata de una sociedad solidaria, pluricultural, biocéntrica y equitativa, que garantice la calidad de vida y la dignidad de todos sus ciudadanos  (Irene León, 2010, pág. 138). El Buen Vivir, se define como una forma de vida que “permite la felicidad y la permanencia de la diversidad cultural y ambiental; es armonía, igualdad, equidad y solidaridad. No es buscar la opulencia ni el crecimiento económico infinito” (SENPLADES, 2013, pág. 13). 

Para tomar esta dirección, se debe comenzar por crear un sistema educativo que responda a las nuevas necesidades que esta sociedad presenta. Hasta ahora, los ambientes académicos tradicionales se han caracterizado por su énfasis en el individualismo y la competencia brutal. Por esta razón, las nuevas propuestas pedagógicas deben centrarse en desarrollar el espíritu colaborativo y solidario entre estudiantes y docentes, estableciendo nuevas dinámicas de interacción y participación.

El área de influencia de estas propuestas pedagógicas no debe limitarse al ambiente universitario, sino expandirse a los ambientes comunitarios, las juntas de vecinos, las escuelas primarias y secundarias. La democratización del conocimiento, realizada de manera inclusiva y solidaria, debe ser una de las responsabilidades principales de la universidad. Así como la universidad tradicional era un ente aislado, que obedecía a sus propios estándares y reglas, la universidad innovadora debe ser un elemento integrado y participativo, socialmente responsable, cuya actividad sea relevante para el medio en el que se encuentra. Una universidad debe estar enraizada profundamente en el territorio que ocupa. El conocimiento generado debe, por lo tanto, ser compartido de manera clara y oportuna, intentando que responda a las necesidades e inquietudes de la comunidad.

Donde la universidad tradicional imponía la validez de una forma única de conocimiento e investigación, la universidad innovadora debe ser capaz de incorporar múltiples cosmovisiones que enriquezcan el conocimiento producido (Sepulveda-Villa, 2015). La validación de ecologías de saberes comunitarios relacionadas con temas académicos permitirá generar perspectivas complementarias para comprender la realidad, que es finalmente una de las intenciones primordiales de la investigación y el quehacer científico (Souaza-Santos, 2010, pág. 49). En la práctica, esto significa indagar los conocimientos existentes en torno a un tema de interés, ir a la comunidad y preguntar qué se sabe sobre el tema, qué historias, leyendas, medicinas, comidas se pueden recordar. Validar estos saberes ancestrales, incorporarlos en los procesos de investigación académica, es esencial para incorporar a la comunidad en el quehacer universitario, para generar verdadera multiculturalidad, y para enriquecer los procesos de investigación con ideas que no se han explorado anteriormente.

 

B. Otra ciencia para una nueva universidad

La relación de la sociedad occidentalizada con los saberes ancestrales ha pasado de la indiferencia, el escepticismo y el menosprecio, a un interés folcklorizado o basado en intenciones extractivistas y utilitarias. Sin embargo, estos conocimientos no son una parte que se pueda extraer de un todo y a la que se le pueda dar una utilización cualquiera.

Son, por el contrario, propiedades emergentes de sistemas sociales complejos, inseparables de su contexto histórico, cultural y geográfico. Por lo tanto, el acercamiento a los saberes ancestrales por parte de una universidad innovadora debería estar basado en un reconocimiento de su verdadero valor y significado, trabajándose desde la comunidad, con la comunidad y para la comunidad: “una educación cosmopolita (…)  cuya idea central es la capacidad para imaginar por qué los otros piensan de una manera diferente. Dista de entender y tolerar las culturas y personas que uno encuentra, para también aprender de ellas y cambiar como resultado de los encuentros” (Teivainen, 2003, pág. 8). Al mismo tiempo, se debería reinventar las metodologías de estudio, ya que la lógica reduccionista-determinista no permite apreciar la expresión de estos saberes en toda su complejidad y preservando el contexto al que legítimamente pertenecen (Castro-Gomez y Grosfoguel, 2007, pág. 87; Bortolotto, 2014).

Cuenta una antigua historia zen que el monje Ryokan vivía en una pequeña cabaña aislada en medio del bosque. Su única pertenencia era una frazada muy vieja y gastada que usaba para dormir por las noches, sufriendo, sin embargo, mucho frío. Una noche, un ladrón entró a robar y sin encontrar nada más, se llevó la frazada. Cuando Ryokan se dio cuenta de esto, se puso muy triste. Dijo: “Pobre ladrón. Se dejó olvidada la luna llena brillando en la ventana”. Del mismo modo, la sociedad occidental tiende a olvidar que existe una parte intangible en todas las cosas, y sólo piensa en poseer, usar, comprar y vender.

Es como el ladrón que ni siquiera se percata de la luna llena brillando en la ventana. Esto es la consecuencia directa de confundir conceptos similares, pero que no son equivalentes. Una molécula biológicamente activa no es lo mismo que una medicina y, sin embargo, se trata estos conceptos como si fueran intercambiables. En este proceso, se olvida el verdadero significado de medicina, los procesos de preparación, la compasión, el cuidado y la intención de sanar. La guayusa (Ilex guayusa) es un árbol nativo de la Amazonía que tiene mucho significado y varios usos tradicionales para las culturas amazónicas del Ecuador. Se ha utilizado ancestralmente como una bebida estimulante de consumo familiar, tradicionalmente cultivada y preparada por las mujeres, quienes se han ido transmitiendo este conocimiento de generación en generación.

En los últimos años, las propiedades estimulantes y antioxidantes de esta planta han generado un gran interés comercial, que ha propiciado la formación de cooperativas de producción y comercio justo, y generado productos con alto valor agregado destinados a la exportación. Más aún, sus propiedades medicinales han sido estudiadas en el laboratorio, estableciéndose que presenta potenciales efectos antidiabéticos (Swanston-Flatt, 1989). Existe un enorme potencial de conocimiento y medicina en la guayusa, el cual podría ser investigado y desarrollado con la ayuda de herramientas de investigación científica. Pero si el enfoque se reduce a la purificación de una molécula biológicamente activa para ser comercializada por la industria farmacológica, se le estaría dando la espalda a una rica tradición de siglos, a una sabiduría, una cultura completa que se esconde detrás de esa molécula; lo cual puede ocurrir, en general, con el uso de los conocimientos ancestrales (Rengifo-Salgado, Rios-Torres, Lizandro, y Vargas-Arana, 2017). Sacar a la guayusa de su contexto socio-cultural equivaldría a ser como el ladrón de la historia, que se lleva una frazada roñosa y se olvida la luna llena brillando en la ventana.

Información no es lo mismo que conocimiento, y, sin embargo, las iniciativas científicas del último tiempo parecen enfocarse únicamente en la producción y almacenamiento de enormes cantidades de información. Investigaciones de alcance mundial como el Proyecto Genoma Humano y los posteriores estudios genómicos y metabólicos realizados en cientos de especies tienen como objetivo principal la acumulación de datos que no responden a preguntas específicas, y para cuyo análisis no alcanzan los recursos humanos ni computacionales existentes. ¿Cómo es la ciencia que necesitamos? ¿cómo producir conocimiento que sea relevante, y no sólo almacenar información?

En su libro “Contra el método”, Paul Feyerabend propone la tesis de que los eventos, procedimientos y resultados que constituyen la ciencia no presentan una estructura en común, y por lo tanto, el tan manoseado “método científico” usado por las ciencias naturales modernas no sería un reflejo fidedigno de la actividad científica real (1975). Si se lo analiza cuidadosamente, este método científico se asemeja más al algoritmo de un programa computacional que a la descripción de una actividad realizada por seres humanos.

La imposición de esta manera de obtener conocimiento fue también parte del proceso de colonización, y ha estado, desde sus orígenes, conectada con el funcionamiento de las universidades. La ciencia real, sin embargo, está llena de parches, de errores y aciertos fortuitos. Al igual que todas las actividades humanas, la ciencia se hace no sólo desde la racionalidad y la lógica, sino también desde el caos, el azar, el deseo, la rabia, la envidia, la angustia, y todas las demás emociones que acompañan al científico. Que la descolonización de la universidad, entonces, venga acompañada de la descolonización de la ciencia, y que esto signifique una liberación para ambas instituciones. Que la ciencia se haga desde la alegría, desde la honestidad, desde aquellos pequeños espacios de maniobra donde se puede desafiar las estructuras de poder. Que haya ciencia relevante y participativa, pero que también haya ciencia hermosa, ciencia que responda a preguntas importantes sin fijarse si lo que se descubre tiene o no una aplicación inmediata. Que esta nueva ciencia sea transversal, incorporando los aportes de todas las disciplinas y de todos los saberes. Que esta ciencia sea sustentable, respetando el medioambiente y valorando los recursos existentes como bienes preciosos y limitados.

 

III.             CONCLUSIONES

Una universidad que recién comienza tiene todos los caminos por estrenar, y todas las posibilidades abiertas. También arrastra, inevitablemente, con vestigios de cada institución que influyó y afectó a las personas que la conforman -y así arrastra, solapadamente, la influencia de la universidad tradicional-. Así como no existe un método científico, como receta de producción de conocimiento, tampoco existe una receta para hacer universidad.

En torno a la universidad existen esperanzas, miedos, reparos, contratiempos, sorpresas, oportunidades. Está sujeta, como todas las actividades humanas, a contingencias políticas, económicas y sociales. También está bajo la influencia de un factor extremadamente importante: la geografía. Todos los procesos se ven modificados por el ambiente en el que ocurren, y las universidades no son la excepción. Sin embargo, en este caso, la geografía es un escenario ideal, para imaginar una renovada educación y política ambiental. Sobre todo, ahora que la región amazónica cuenta con una normativa específica: la Ley Orgánica para la Planificación Integral de la Circunscripción Territorial Especial Amazónica.

Las políticas institucionales intentarán dar forma y dirección a la nueva universidad, pero el resultado final ocurrirá de manera natural y espontánea, en respuesta a las condiciones ambientales e internas del sistema. Muchas cosas se deberán, también, al azar. En los pequeños resquicios desde los que se puede actuar con dignidad y autenticidad, sí es posible ir soñando una universidad distinta. Porque la universidad, al fin y al cabo, también es necesario soñarla.

 

IV.              REFERENCIAS

 

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