Revista de Investigación Talentos Volumen IV. (2) Julio - Diciembre 2017
ISSN Impreso: 1390-8197 ISSN Digital: 2631-2476
COMUNICACIÓN Y
SALUD. UNA MIRADA DESDE
LA EPIDEMIOLOGÍA CRÍTICA
COMMUNICATION AND HEALTH. A LOOK FROM
CRITICAL EPIDEMIOLOGY
Ylonka Tillería Muñoz (1)
(1) Universidad Andina Simón Bolívar. Av. Toledo y
Ladrón de Gue-
vara. Quito – Ecuador. ytilleria2010@gmail.com
Resumen: El propósito de este artículo
es acercarnos a un paradigma
crítico o dialéctico que permita un abordaje integral tanto de
los problemas de salud como de la comprensión de los procesos comunicativos. Lo que también implica
trabajar en
una visión de la salud donde la comunicación se constituya no sólo en una herramienta
sino también en el campo de acción para promover
espacios y ambientes saludables dentro de la comunidad. A efectos de reconocer los diferentes elementos que integran la reflexión sobre el campo de la comunicación y la salud se realiza
una revisión conceptual en relación a dos procesos principalmente: la relación
entre la salud y las ciencias sociales
y el debate entre el modelo hegemónico
en comunicación y la epidemiología convencional. Para tal propósito, toma como referente principal
el paradigma de la determinación
social trabajado por Jaime Breilh. Los anteriores aspectos
permiten repensar
ambas disciplinas e
interpretar el proceso
salud – enfermedad desde un enfoque interdisciplinario.
Palabras clave: comunicación en
salud, salud colectiva, epidemiología.
Abstract: The purpose of this article is to approach a critical or dialectical paradigm that allows an integral approach to both health problems and the understanding of communicative processes. What also implies to work in a vision of health where the communication is constituted not only in a tool but also in the field of action to promote healthy spaces and environments within the community.In order to recognize the different elements that integrate the reflection on the field of communication and health, a conceptual revision is made in relation to two main processes: the relationship between health and the social sciences and the debate between the hegemonic model in communication and conventional epidemiology. For this purpose, it takes as main reference the paradigm of the social determination worked by Jaime Breilh. The above aspects allow us to rethink both disciplines and interpret the health - disease process from an interdisciplinary approach.
Key words: health communication, collective health, epidemiology.
Recibido: 10 de junio de 2017
Aceptado: 20 de noviembre de 2017
Publicado como artículo científico
en Revista de Investigación Talentos
IV(2) 44 - 49
I.
INTRODUCCIÓN
A diario se encuentra en los medios de comunicación numerosas noticias sobre los impactos
en la salud debido a procesos
ambientales como el crecimiento urbano o la industrialización que afectan la calidad del aire, el
consumo de agua y alimentos. Desde la perspectiva mediática
estos problemas han sido abordados
desde los estilos
de vida de las personas,
cuyos
comportamientos malsanos derivan en ambientes poco saluda- bles.
Dos corrientes principales han intentado explicar la
relación entre co- municación y salud. La primera es el modelo informacional, mediante el esquema tradicional: emisor – mensaje –
receptor, donde se pone en cir- culación una serie de mensajes
a través de soportes tecnológicos
(prensa escrita, radio, televisión, internet), y un segundo modelo
conocido como relacional, constituido por las instancias de producción,
circulación
y re- conocimiento donde la comunicación se integra a los proyectos de cam- bio social (Díaz,
2011).
De allí que, la comunicación ha sido vista
como uno de los campos más favorecedores para promover
comportamientos positivos en relación
con el ambiente y la salud, donde la principal herramienta es la persuasión,
a través de diversos programas enfocados
en los cambios de
comporta- miento a nivel individual.
En el intento de construir un campo interdisciplinario han
surgido di-
ferentes concepciones sobre la comunicación en relación con otras dis- ciplinas. La Comunicación para el desarrollo que “facilita la
identifica- ción de
necesidades a través del diseño y producción
de mensajes para poblaciones con características homogéneas”; la Comunicación para el Cambio Social donde el componente
principal es la participación de los colectivos ciudadanos.
En consonancia con este último, la Comunicación en Salud que interviene
en diversas etapas del desarrollo del individuo lo que genera respuestas en el proceso salud – enfermedad (Martínez & Sosa, 2016).
Según Coe (1998), una de las alternativas más difundidas es la comu- nicación para la salud entendida como “la modificación del
comporta- miento humano y los factores ambientales relacionados con ese compor- tamiento que directa o indirectamente promueven la
salud,
previenen enfermedades o protegen
a los individuos del daño”. Sin embargo, tanto en el campo de la comunicación como en el de la salud existe
una ten- dencia a mirar lo individual y dejar de lado el movimiento social
colectivo que incorpora las dimensiones de la vida social
donde operan relaciones y asimetrías
de poder. Esto significa entender el ambiente y la salud más allá de una suma de factores. Implica desmedicalizar las discusiones en
salud y desmediatizar el debate en comunicación.
El propósito
de este artículo
es acercarnos a
un paradigma crítico o
dia- léctico que permita un abordaje integral tanto de los problemas
de salud como de la comprensión de
los procesos
comunicativos. Lo que tam- bién implica
trabajar en
una visión de la salud donde la
comunicación se constituya no sólo en una herramienta sino también en
el campo
de acción para promover
espacios y ambientes en saludables dentro de
la comunidad.
A efectos de reconocer
los diferentes elementos que integran la reflexión sobre comunicación y salud se realiza una aproximación conceptual en relación a dos procesos principalmente: la relación entre la salud y las ciencias sociales y el debate
sobre el modelo hegemónico en comunica- ción y la epidemiología convencional.
Teniendo en cuenta este contexto se identifican los principales ámbitos
de debate y se propone un camino en común, a través de la especificidad
del campo de la comunicación, frente a
los aportes de otras disciplinas como la epidemiología crítica.
II. DESARROLLO
A. Principales transformaciones en el
campo de la comunica- ción
Sin duda, las concepciones de salud, enfermedad y muerte
se transfor- man con la
evolución de la sociedad y guardan relación con cada época, con las condiciones de trabajo, distribución de la riqueza, las relaciones humanas
y sociales. Por ello es pertinente su
estudio. Lo mismo ocurre
en el campo de la comunicación, cuyas principales corrientes
de investi- gación serán resumidas en este artículo.
Dentro de los estudios comunicacionales se han marcado algunas tendencias. Jesús Martín
Barbero (2003) distingue dos corrientes que marcaron los estudios
en este campo, sobre todo en
América Latina: la primera en
los
años setenta denominada ideologista concentrada en el paradigma hegemónico para el análisis de
la comunicación en América
Latina, bajo el modelo de
Laswell, proveniente de una epistemología psicológico – conductista, que describía los medios de comunicación de masas como una especie de dispositivo ideológico. Barbero enfatiza el
hecho de que este paradigma redujo a
la comunicación a
simples herra- mientas de acción ideológica con la consiguiente pasividad del consumo
y la inmanencia de un mensaje – texto en el que no había conflictos, ni contradicciones.
Uno de los principales exponentes
de esta línea fue Louis Althusser, quien definió
la estructura social como un sistema de relaciones sociales conflictivas en
tres campos:
económico, político e ideológico. En estos
tres niveles
se expresa la lucha
de clases entre dominantes
y dominados, donde existen grupos vinculados
a intereses económicos, cuyo poder se expresa en el control del sistema
mediático (Breton, 2002).
A partir de los años setenta se estudia la dimensión económica
de la co- municación, retomando los debates de Horkheimer y Adorno sobre
la
producción industrial de bienes culturales que operó de
modo
muy pa- recido a las fábricas automotrices del Fordismo (Breton, 2002).
Más tarde, las distintas miradas al fenómeno de la globalización despla- zaron a la teoría de la dependencia de los años setenta. Este segundo
momento fue denominado
como cientifista reconstruido en base al modelo informacional, ubicado
ya no sólo en
el espacio de la circula- ción sino también
en el de la producción. Este nuevo modelo combinó parte del funcionalismo de décadas anteriores, teorías
del Marxismo y ciertas corrientes estructuralistas. Sin embargo, pese a incluir el
análisis de mensajes y códigos, se excluyó no sólo la cuestión del sentido, sino
también las estructuras de poder que subyacen en la comunicación (Bar- bero, 2003).
Desde estas corrientes más difundidas para el análisis de la comunica- ción, en relación
con la estructura económica
e ideológica, es importante abordar la comprensión
de los fenómenos de la salud, cuyos discursos dependen principalmente de la forma de concebir la sociedad en un mo- mento histórico
determinado.
Gumucio distingue
dos corrientes en la comunicación para el
cambio social. Una comunicación influida por las teorías de la modernización por un lado, y por otro, de
las estrategias y técnicas utilizadas por go-
biernos como el de Estados Unidos
durante la Segunda Guerra Mundial para la promoción y difusión de sus productos
comerciales. Una segun- da corriente, que nace de
las luchas anticoloniales y antidictatoriales de América Latina, que tomarían
el nombre
de “teorías de la dependencia”
(Gumucio, 2011).
Bajo lo anterior, Martínez afirma que “el cambio social
ejercido desde la comunicación permite a
la sociedad progresar desde lo cultural hasta lo económico” lo que facilita
su sostenimiento y el de generaciones futuras.
El autor establece como componentes principales el desarrollo local,
la sostenibilidad y la participación (Martínez
& Sosa, 2016).
A partir de los años setenta,
con las críticas al modelo de desarrollo im- plantado en la región, varios pensadores entre ellos,
Luis Ramiro Beltrán
articularon una propuesta para entender
la comunicación dentro de los contextos latinoamericanos. En este sentido, Beltrán plantea que desa- rrollo es:
un proceso dirigido de profundo
y acelerado cambio sociopolítico que genere transformaciones sustanciales en la economía, la ecología
y la cultura de un país a fin de
favorecer el
avance
moral y material de la mayoría de la población del mismo en condiciones de dignidad, justicia y libertad (Beltrán, 2006).
Frente al desarrollo paralelo de ambas corrientes, en la década
de 1990, surgieron otras propuestas que combinaron la utilización de medios ma- sivos y una comunicación más educativa y participativa. En América Lati- na, la comunicación en salud se concentraría en
fortalecer la programa- ción de mensajes y luego en el estudio
de los efectos en las audiencias.
Con
el desarrollo de las nuevas tecnologías durante el siglo XX y el auge de internet
surgen las TICs (Tecnologías de Información y Comunicación) promoviendo las más variadas
aplicaciones, donde el campo sanitario no es la excepción. Desde allí se pretende mejorar las habilidades, cono- cimientos y prácticas
del personal de salud a
través de la telemedicina y la teleasistencia y así fortalecer los servicios sanitarios (Choque, 2011).
Desde la perspectiva psicosocial, el encuentro entre las TICs y la salud proporciona un
cambio
en la distribución
y acceso a la información sa- nitaria, así como la mejora en la relación entre médico
– paciente. Lo cual también podría
tener un impacto económico importante (Cambra,
2012).
Sin embargo, esto tiende a fortalecer el enfoque vertical
de otras teorías,
pues se mantienen los contenidos convencionales de una enseñanza
medicalizada, lo que hace difícil
incorporar el trabajo interdisciplinario del campo de la salud y consolida una visión instrumental de la comu- nicación.
B.
La salud en
los medios. Los medios
en la salud
Como sabemos los medios de comunicación determinan gran parte del
discurso sobre salud que se genera en el mundo, pues instalan la agen- da en temas como política, economía,
ambiente, seguridad, entre otras. Por ello, gran parte de las notas periodísticas relacionadas con salud con- tienen un
enfoque biológico en el que se concede mayor interés a la exposición de
las enfermedades
y sus graves consecuencias en
la salud
humana, lejos de políticas con un enfoque integral e interdisciplinario.
Comúnmente la prensa ha sido utilizada
para informar y tratar de mo-
dificar comportamientos en grupos de riesgo que operan en doble vía.
Por
un lado, los medios
construyen mensajes asociados con los grupos denominados de “riesgo” para mostrar su vulnerabilidad, pero por otro,
contribuyen
a crear estigmatizaciones sobre estos mismos grupos (Me- néndez, 2009). Esto cuando la
presencia de
la salud se reduce a
cam- pañas mediáticas y recetas enfocadas
en los estilos de
vida,
lejos de la prevención
y más cerca del consumo para alcanzar
el bienestar y la salud.
Quizás por ello, no hemos reparado lo suficiente en los usos sociales que los ciudadanos hacen de los medios,
así como en
las representaciones sociales sobre la salud y la enfermedad
que se construyen a
través de la
televisión,
la radio, la prensa escrita o Internet.
Persiste entonces la corriente
funcionalista que concibe
la comunicación como un proceso lineal y mecánico, por el cual los mensajes
son produ- cidos, distribuidos y recibidos
por las audiencias. Sean temas de salud o ambiente, la información que circula en los medios
es reducida perma- nentemente al relato crudo de
hechos
y presentación de datos y cifras,
donde
prima una lógica y un
discurso propio, el del medio. Por ende, la relación entre salud y medios de comunicación precisa la búsqueda de prácticas que entran en conflicto
en lo social.
Esta
última definición es
importante para
pensar la comunicación
en rela- ción con la salud, más allá de una visión instrumental, así como diversas estrategias
de intervención o
promoción dirigidas
a individuos o colec- tivos fundamentados principalmente en cambios de comportamiento.
Acercarse a las prácticas
discursivas
y la
reproducción del modelo he- gemónico en
salud,
empieza por comprender cómo estos se
articulan a un complejo entramado
que configura un
régimen de control que se expresa en nuestra cotidianidad. Noticias
buenas o malas,
todas pasan por un tamiz en los medios de comunicación en base a
tres operaciones
básicas: a) inclusión de
información; b) exclusión de información;
y c) jerarquización (Fontcuberta, 1993).
Los medios de comunicación conforman un
escenario para acercarse a las narrativas y representaciones desde donde surgen interacciones so-
ciales, políticas y culturales. Es allí donde las noticias operan
como uno de los principales productores de sentido en la sociedad.
A través de sus prácticas discursivas construyen un espacio de representaciones sociales donde se producen y circulan
distintos puntos de vista sobre los más va- riados temas. Si extendemos esto al campo de
la salud, los discursos y representaciones ejercen influencia en nuestras concepciones, y de esta forma, participan directamente en nuestras prácticas y conocimientos.
Esta construcción de sentido del mundo de
los medios de comunica- ción donde se naturalizan las ideologías y prácticas
neoliberales ha sido
abordada por autores como Charles Briggs en lo que ha denominado biocomunicabilidad. El autor afirma
que las ideologías hegemónicas en salud tienen su correlato en la comunicación. De esta forma, la comunica- bilidad se convierte en “generadora de relaciones de poder y desigualda- des, al estructurar la sociedad
jerárquicamente y al reclutar individuos
y poblaciones para ocupar posiciones diferenciadas”. La comunicabilidad, entonces, produce relaciones de poder y desigualdad donde se jerarqui- za y ubica a ciertos individuos
en la sociedad (Briggs, 2005).
En este sentido, analizar
el discurso periodístico deviene de un hecho
que es
evidente. “La información es esencialmente una cuestión de len- guaje, y el lenguaje no
es transparente; presenta
su propia opacidad mediante la cual se construye una visión y sentido particular del mundo” (Charaudeau, 2003).
La importancia de entender la comunicación es clave, para promoverla
como un intercambio que se realiza entre individuos, ya sea de objetos,
palabras, emociones, sentimientos, que genera y provoca efectos.
Es de- cir, no como meramente
emisores y receptores, sino que el sentido
de lo que decimos
se produce colectivamente a medida que se da
el proceso comunicativo.
En Ecuador, como en algunos países de
la región, los medios de comu- nicación han configurado un discurso, que en la mayoría de casos privi- legia la información enfocada
en los individuos, al tiempo que naturali- za los problemas
en salud y ambiente. Los mensajes se construyen en consonancia con esa visión y adquieren un fuerte contenido ideológico. En este sentido es
importante determinar de qué manera los discursos mediáticos se constituyen en mecanismos de circulación del capital y re- producen el consumo
a nivel individual y colectivo.
De acuerdo con Scott Lash, la sociedad mediática plantea una doble con- tradicción. Por un lado, la unidad cultural a través de la “comunicación” con su brevedad, velocidad y carácter efímero que se impone en la na- rración y el discurso como principio cardinal de la cultura. Por otro, una sociedad des-informada de la información. Así, la contradicción funda- mental que traza el autor radica en cómo la sociedad de la información conduce a un “espabilamiento” creciente, y al mismo tiempo, a una “es- tupidización” inevitable (Lash, 2005).
C. Pensar la salud, más allá de los medios
Si la comunicación constituye una dimensión transversal en la vida de los individuos donde se construyen las relaciones sociales, ¿por qué su capa- cidad se reduce al ámbito instrumental? Manuel Martín Serrano afirma que en la especie humana, la Comunicación es parte de la naturaleza y de la cultura, a la vez, pues resulta “un componente de los procesos de humanización que se representan primero en escenarios naturales y lue- go se continúan en los escenarios sociales”. En este sentido, los estudios en la comunicación humana son evolutivos y sociohistóricos (Parzianello,
2009).
Estos modelos y sus limitaciones llevaron a pensar a Barbero en la co- municación como un proceso productor de significaciones en el que el receptor no es solamente un decodificador de mensajes sino también un productor. El autor nos explica este giro en su texto De los medios a las mediaciones que nos lleva a entender cómo la comunicación se tornó cuestión de mediaciones, “cuestión de culturas, y por tanto, no sólo de conocimiento sino de re-conocimientos”. Esto a partir de los múltiples cambios y transformaciones en la historia de América del Sur y Centroa- mérica donde la apropiación de los usos que daba cuenta de una nueva verdad cultural (Barbero, 2003).
Esta nueva mediación comunicativa, donde la comunicación se entiende desde la cultura y sus procesos de configuración social, implica “el trán- sito de una concepción de la mediación como lugar de interposición o intervención, a la de un continuum relacional múltiple” (Bacallao, 2009).
En este sentido, las actuales teorías en este campo, que han desplazado los conceptos tradicionales manejados en la comunicación, proponen nuevas categorías para un renovado entendimiento y práctica de este acto de interacción social.
La relación entre comunicación y salud, desde es el espacio donde las personas interpretan y comprenden los mensajes que atañen a su salud, pero insertos en la vida cotidiana, “desde las marcas de la cultura que lo constituyen y desde el sistema de relaciones que, a modo de tejido social los contiene” (Díaz y Urranga, 2011).
D. Repensar la salud más allá del riesgo
La Epidemiología convencional, con énfasis en lo biológico, centrada en la cuantificación de los daños y los enfermos, establecía como centro de su análisis la exposición como asociación externa y la probabilística de elementos aislados como comprobación empírica donde la realidad es reducida a factores de riesgo (Breilh, 2009).
En tanto, los argumentos expuestos por Breilh para proponer una epide- miología crítica que supere la hegemonía del pensamiento de la salud pública muestran que la estructura económica social determina las lógi- cas para abordar la salud. “La materialidad capitalista del siglo XXI se ha transformado, determinando ahora, de una manera especial, los modos de vivir y la salud” (Breilh, 2011a, 2011b).
El neoliberalismo y sus mecanismos de ajuste como la monopolización, privatización y mercantilización de la oferta de bienes y servicios, sobre todo en materia de salud, orquestados por estados neoliberales operó bajo la epidemiología del riesgo. Antes en el siglo XIX serían las nociones de contagio que animaban la relación con lo económico y social; y ya a inicios del siglo XX, los conceptos de transmisión que trabajaban la rela- ción medio interno – medio externo. Más tarde, cuestiona Breilh, la epi- demiología social anglosajona, amparada en la Organización Mundial de la Salud (OMS, 1985) trabajaría la idea de los determinantes sociales de la salud, enfocada en la inequidad económica, algo que el paradigma de riesgo había cerrado (Breilh, 2011).
Por su parte, Almeida- Filho (2000), explica que la concepción de riesgo se fundamenta en tres principios: el primero, un juego entre lo posible y lo probable de que un evento ocurra; allí, la probabilidad es unidimen- sional, variable y por ende, cuantificable, bajo lo cual es posible cuanti- ficar los eventos de salud/enfermedad. Lo segundo, el principio de ho- mogeneidad para los eventos que ocurren, donde todos son colocados en un mismo registro. Tercero, la idea de que dichos eventos ocurren en serie, lo que implica establecer patrones de ocurrencia de los eventos epidemiológicos.
Sin embargo, al ubicarse principalmente en la población, su referencia es colectiva y no permite identificar sujetos. Con esto, “el sujeto ya no es un ser sino un portador. Por ello, “el riesgo pasa a ser un objeto de diag- nóstico en sí… ahora se diagnostican factores de riesgo como si fueran enfermedades” (Almeida Filho, 2000).
En este sentido, Jaime Breilh destaca tres propuestas teóricas para su- perar el causalismo. Una primera línea basada en la necesidad de con- textualizar la relación exposición – riesgo dentro del concepto Modos de vida. Un segundo enfoque que establece la dialéctica de los órdenes colectivo e individual, esto es, la salud bajo una determinación múltiple con interfaces jerárquicas. Finalmente, una tercera línea, que explica la salud desde la reproducción social donde se articulan los tres grandes dominios que la componen: “la lógica estructurante de acumulación de capital, con sus condiciones político culturales; los modos de vivir con sus patrones estructurados grupales de exposición y vulnerabilidad; y los estilos de vida del libre albedrío personal y las condiciones fenotípicas y genotípicas”. Esto, a su vez, guarda relación con las relaciones de poder dentro la matriz integrada de clase-género-etnia” (Breilh, 2008).
Los nuevos estudios sobre la percepción de riesgo en salud, enfocados en el individuo, abordan sus impactos en dos sentidos: el primero centrado en los hábitos personales del individuo como fumar, beber, comporta- miento adictivo, y la segunda, los hechos sobre los que el individuo tiene
poco control como catástrofes naturales o antrópicas (Stanojlovic, 2015).
La construcción de la epidemiología crítica social tendría varios momen- tos clave, según Breilh. Un primer momento en el periodo regional de industrialización, influenciado por las demandas laborales de salud. Un segundo momento, a partir de los años ochenta hasta los primeros años de la década de los noventa, en los años del ajuste neoliberal, acelera- ción global y económica, y con ello, la producción de modos de vivir mal- sanos (Breilh, 2009).
Este contexto sirve para arribar al próximo momento de la construcción de un nuevo paradigma en salud que replantea el objeto/ concepto/ campo de la salud, que permite romper con el Positivismo que reduce a la salud a causas o factores (Breilh, 2010a y 2010 b).
La construcción del objeto integral salud incide sobre procesos de deter- minación que implican modos históricos estructurales que ha sido rele- gada por la epidemiología convencional. La visión latinoamericana de la Epidemiología estructura a lo largo de todos los niveles principios de oposición social (acumulación/desposesión; dominación/emancipación; totalidad/particularidad) (Breilh, 2006).
Así, uno de los principales retos en la construcción de una ciencia eman- cipadora en salud es la reconciliación entre sujeto y objeto a través de un paradigma crítico – dialéctico que aborde la complejidad como un movimiento de un objeto que se hace sujeto y un sujeto que se objetiva (Carvalho et al., 2010).
Desde la concepción dialéctica del sujeto – colectivo/individual- sólo en relación al objeto que conoce es nodal en el pensamiento crítico epide- miológico. En este sentido, Breilh establece dimensiones de estudio para el objeto esto es, la de su ser (ontológica); la de su conceptualiza- ción (epistemológica) y la de sus formas de práctica (práxica).
El centro de la búsqueda epidemiológica debe orientarse hacia el pro- blema de la lógica de la praxis humana. Así la ciencia ya no es lineal y sujeta a factores, ahora es concebida como un proceso que opera en tres dimensiones: la determinación social del objeto; una determinación so- cial de la construcción de los conceptos y una determinación social de la práctica. Breilh sostiene que en cada periodo histórico existen cambios y transformaciones de la salud como objeto y esto se relaciona a su vez con las innovaciones en el concepto y en la praxis (Breilh, 2013).
Desde la Epidemiología Crítica, en tanto, la realidad es un proceso que se desarrolla como movimiento organizado alrededor de modos de vida o reproducción social, con sus contradicciones y relaciones: la concepción dialéctica de que esos son modos de devenir o determinaciones de las condiciones de vida. La determinación social de la salud, como condicio- namiento histórico estructurado, es un proceso por tanto, no lineal, es un objeto complejo. Para entender la salud humana y los ecosistemas, lejos del determinismo biológico o el determinismo histórico, el autor trabaja lo “social biológico”, que implica reconocer una historicidad en lo biológico (Breilh, 2010).
El Modo de vida hace referencia a los grupos históricamente constituidos de una sociedad que existen de una determinada manera, que no sólo se expresa en los estilos de vida de las personas sino que se da en los procesos de las mismas, a manera de un movimiento dialéctico. De allí se desprenden otros conceptos como: la Dimensión General que tiene que ver con la lógica social de principios de reproducción; la Dimensión Parti- cular el modo y el estilo de vida; y la Dimensión Singular que comprende los procesos feno y genotípicos (Breilh, 2009).
Para romper con el sentido positivista de la salud ligado a la práctica curativa y comercial de enfermedades, la Epidemiología crítica propone abordar la salud en relación a procesos destructivos y procesos protecto- res que surgen como tales “según las relaciones sociales que operan en distintos dominios como el más general de la sociedad en su conjunto, el dominio particular de sus grupos y el dominio singular de las personas con su cotidianeidad” (Breilh, 2006).
Siguiendo a Breilh, una perspectiva crítica, comienza a conformarse como tal, cuando se considera a la salud como un objeto, como un concepto y como un campo, cuyas características específicas se definen recíproca y relacionalmente. Esto representa la multidimensionalidad de la salud, indispensable en el abordaje metodológico.
En resumen, la incorporación de la Epidemiología Crítica y